jueves, 30 de abril de 2015

Teoría política si. Educación cívica no

Recientemente se ha hablado acerca de la enseñanza de educación cívica en los colegios y escuelas a raíz del anuncio de la Presidenta de la República Michelle Bachelet de iniciar un "proceso constituyente" y junto con ello volver a enseñar la asignatura de educación cívica en el curriculum escolar tal como hace unas décadas. Algunas personas han expresado su aprobación de una medida como esa y otras su rechazo, pero pocos han ido al fondo del asunto. Y el fondo del asunto es qué es lo que se enseñaría o se volvería a enseñar en una asignatura como esa.

Pues bien, es aquí donde a mi juicio está el problema de fondo. Y digo esto porque es una práctica habitual en la enseñanza escolar en Chile que dentro de las salas de clases lo que se promueve no es la formulación de preguntas para buscar respuestas sino que por el contrario las respuestas vienen ya dadas previamente y se las acepta sin antes formular un juicio crítico respecto a ellas. El encargado de dar esas respuestas es el profesor o en su defecto la autoridad de los textos escolares. Esta forma de concebir la enseñanza podría ser una de las causas de la falta de pensamiento crítico e independiente que se observa en buena parte de la población en Chile. Y este es uno de los principales defectos del sistema de enseñanza escolar actual, y es dentro de ese contexto que se debe enmarcar la iniciativa de enseñar educación cívica.

Dentro de ese contexto, que consiste en aceptar respuestas ya dadas por otros a preguntas que nunca se explicitan ni se discuten, la enseñanza de educación cívica deviene en la recepción de una serie de definiciones de manual acerca de conceptos tales como Estado, gobierno, nación, soberanía, Estado de derecho, democracia, derechos, deberes, etc. Pero sería muy distinto si en vez de recepcionar esas definiciones de manual primero se formularan preguntas acerca de qué son y por qué existen en primer lugar el Estado y el gobierno, qué son los derechos y los deberes y porque existen, o por qué la democracia se ha asentado como una forma de gobierno preferible a otras como la monarquía y cuales son sus ventajas, etc.

Pero se puede ir más allá incluso y preguntarse qué podría suceder si no existieran ni el Estado ni el gobierno ni la nación ni los derechos ni los deberes. En otras palabras,que podría suceder en aquel estado de cosas que los teóricos iusnaturalistas llamaban "estado de naturaleza" que es básicamente una suerte de anarquía donde no existe ninguna autoridad política y los hombres y mujeres tienen tanta libertad como la que quieran disfrutar, pudiendo incluso avasallar a otros hombres y mujeres. En en este contexto en que aparece la teoría política para preguntarse si existe un estado de cosas mejor que el estado de naturaleza. Es la pregunta que se hacía Jean Jacques Rousseau al comienzo de su famosa obra "El contrato social" donde en la primera página escribió "Me propongo investigar si dentro del radio del orden civil, y considerando los hombres tal cual ellos son y las leyes tal cual pueden ser, existe alguna fórmula de administración legítima y permanente". Pero ya antes que Rousseau, John Locke había formulado una pregunta similar en su obra "Segundo tratado del gobierno civil" donde en el capítulo 9 escribió "Si en el estado de naturaleza la libertad de un hombre es tan grande como hemos dicho; si él es señor absoluto de su propia persona y de sus posesiones en igual medida que pueda serlo el más poderoso; y si no es súbdito de nadie, ¿por qué decide mermar su libertad? ¿Por qué renuncia a su imperio y se somete al dominio y control de otro poder?".

Por supuesto Locke y Rousseau pretenden contestar a estas preguntas desde su visión particular acerca de cómo deberían ser las relaciones entre los hombres en un orden de cosas distinto y mejor que el estado de naturaleza. Pero la clave aquí es que cada uno tiene una respuesta distinta a una pregunta similar. Thomas Hobbes por su parte no llega a formularse esa pregunta sino que asume un estado de naturaleza salvaje en que existe una permanente disposición a atacarse unos a otros, lo que es conocido famosamente como "guerra de todos contra todos". Y consecuentemente luego de imaginar un estado de naturaleza como ese propone un soberano con poderes absolutos que impida la guerra de todos contra todos y garantice la seguridad. Por su parte Locke y Rousseau se imaginan estados de naturaleza distintos y las respuestas a la misma pregunta que dan son distintas, pero la clave de todo esto es que no existe una sino varias formas de concebir las relaciones entre los hombres tanto en un estado de anarquía como en un estado de orden civil, con una polis ya constituida.

Quizás todo lo anterior pueda parecer aburrido a algunos lectores de esta entrada de blog, pero si les parece aburrido entonces me permito hacerles esta pregunta: ¿Qué nos obliga a cumplir los compromisos que otros han hecho en nombre nuestro? Esta pregunta puede parecer confusa y abstracta a primera vista, pero veamos a qué se refiere. Cuando un bebé nace, adquiere inmediamente la nacionalidad chilena (pasando por alto que aún no ha sido inscrito en el registro civil). A su vez, cuando un menor de edad llega a cumplir 18 años, inmediatamente adquiere la condición de ciudadano. Pero nótese que nadie le pregunta a ningún bebé ni a ningún adolescente si es que desean ser considerados chilenos y luego ciudadanos. No. Esa condición se les adscribe por defecto, sin su consentimiento expreso. Pero si no les han preguntado y por ende no han consentido expresamente en ser considerados chilenos y luego ciudadanos, ¿por qué deberían aceptar serlo?

Las preguntas anteriores pueden parecer irrelevantes, pero no lo son tanto si se recuerda que al adquirir la nacionalidad y la ciudadanía, los hombres y mujeres se convierten en sujetos de derechos y además contraen deberes, y estos derechos y deberes no fueron decididos por ellos sino que son pre existentes y fueron decididos por generaciones anteriores tanto en la Constitución como en la legislación. Entonces aquí vuelve a surgir la pregunta: ¿Qué nos obliga a cumplir los compromisos que otros han hecho en nombre nuestro? O para formularlo de una forma menos abstracta: ¿Qué nos obliga a aceptar los derechos y deberes decididos por generaciones anteriores? ¿Por qué deberíamos consentir en aceptar esos derechos y esos deberes? ¿Por qué mejor no nos rebelamos y rechazamos esos derechos y deberes?

Las preguntas anteriores se pueden responder de muchas formas. Una posible respuesta es que es mejor consentir y no rebelarse porque no se quiere ir a la cárcel acusado de rebelión, pero esta es una respuesta muy pobre. Y es pobre porque el fundamento del consentimiento al menos debería ser algo más razonado que el simple temor al castigo. Y digo razonado porque para dar una respuesta al porqué se prefiere consentir en vez de rebelarse, es necesario pensar y razonar. Al menos debería haber alguna razón de más peso para consentir tácitamente a los derechos y deberes decididos anteriormente. Por supuesto que una persona puede pasar por alto cualquier razonamiento y simplemente dedicarse a "vivir" sin ningún cuestionamiento, pero esa es una actitud poco reflexiva y que lleva simplemente a validar el status quo independiente de si este se considera bueno o malo, justo o injusto, correcto o incorrecto. 

Y es precisamente esa consideración sobre lo bueno o malo, justo o injusto, correcto o incorrecto del status quo lo que debería preceder a la respuesta formulada dos párrafos atrás. Si se considera el status quo como bueno, justo o correcto, pues existe un fundamento para consentir, y por el contrario si se lo considera como malo, injusto o incorrecto existe un fundamento para la posible rebelión. Pero lo que no se debe pasar por alto es la consideración, el juicio de valor, el juicio crítico. Y es precisamente en esa consideración y en ese juicio que la teoría política tiene mucho más que decir que la educación cívica. Y tiene mucho más que decir porque la teoría política nos lleva a preguntarnos cual es el fundamento de las obligaciones que unos tienen con otros, cual es el fundamento de los derechos y los deberes, por qué existen en primer lugar. Mientras que la educación cívica simplemente da por sentada la existencia de los derechos y deberes y las obligaciones de unos con otros sin preguntarse por su fundamento.

Si se leen las obras de autores como Hobbes, Locke y Rousseau se pueden encontrar largos razonamientos y profundas disquisiciones acerca del fundamento de las obligaciones de unos con otros. Por supuesto que cada uno de esos autores fundamentan obligaciones distintas partiendo desde premisas distintas y llegando a consecuencias distintas, y es en esa pluralidad de premisas y consecuencias que reside la riqueza de una discusión acerca de por qué es mejor (o peor) aceptar la existencia del Estado y del gobierno en vez del estado de naturaleza o anarquía. Una persona podría llegar a concluir que la anarquía es preferible al Estado y al gobierno y esto es perfectamente legítimo y válido si la conclusión es derivada de un conjunto de ideas lógicas y coherentes entre sí, partiendo de premisas válidas y extrayendo consecuencias válidas según la lógica.

Es por todo lo anterior que sostengo que la lectura y la discusión profunda y razonada acerca de la teoría política es mucho más importante que la educación cívica, y es más importante porque la teoría política lleva a pensar, razonar y cuestionar para luego poder formular un juicio critico ya sea de aprobación o rechazo del status quo, de los derechos y deberes pre existentes. Mientras que la educación cívica simplemente da por sentados los derechos y los deberes sin cuestionarlos en su justificación, con lo cual solo tiende a la reproducción del status quo sin importar que tan bueno o malo o justo o injusto o correcto o incorrecto pueda ser considerado aquel. Lo importante, finalmente, es que cualquiera que sea la respuesta a la que se llegue después del cuestionamiento y del juicio crítico, sea una respuesta a la que se ha llegado pensando. En palabras del notable filósofo español Fernado Savater, "Es mejor saber después de haber pensado y discutido que aceptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar".