lunes, 23 de noviembre de 2015

Rothbard y la estrategia para la libertad


La semana pasada mientras revisaba mi TL en Twitter me topé con un tweet de la conocida activista guatemalteca Gloria Álvarez (@crazyglorita) que decía textualmente “El error libertario fue quedarse en la academia y la cafetería en lugar de salir a hablar con la gente sabiendo que jamás leerán a Mises o Bastiat”. Me llamó tanto la atención que lo ReTwittee, y la razón por la que me llamó la atención es porque me hizo recordar el epílogo del libro de Murray Rothbard “Hacia una nueva libertad. El manifiesto libertario”El epílogo de este libro es importante e interesante porque contiene una serie de reflexiones acerca de un asunto que probablemente se ha pasado por la cabeza de muchos quienes nos sentimos atraídos e identificados por esas ideas, a saber ¿Cómo hacer para que nuestras ideas sean predominantes o al menos más aceptadas y así conseguir alcanzar mayores grados de libertad en Chile?

Esa pregunta se relaciona directamente con la suerte de queja de Gloria Álvarez, y es una pregunta muy similar a la pregunta que se plantea Rothbard en el epílogo de su citado libro en términos semejantes. Se preguntaba el autor “¿Cómo podemos alcanzar, desde nuestro actual e imperfecto mundo gobernado por el Estado, el gran objetivo de la libertad?”. La respuesta que Rothbard intenta dar a esa pregunta es importante porque aborda precisamente el mismo asunto al que se refiere Álvarez a modo de queja, a saber, la excesiva preocupación por la academia y el abandono del “contacto con la gente”. Me permitiré citar textualmente en extenso más de una vez al autor porque creo que sus reflexiones sobre este asunto son muy pertinentes y valiosas.

Veamos. Parte Rothbard afirmando que “una condición fundamental y necesaria para la victoria libertaria es la educación: la persuasión y la conversión de grandes cantidades de personas a la causa”. Quizás aquí para algunos podría aparecer el primer problema con la necesidad de persuadir y convertir “grandes cantidades de personas”. Digo problema porque algunos auto denominados libertarios parecen ver, desde una suerte de individualismo un tanto irreflexivo, que “grandes cantidades de personas” es necesariamente un sinónimo de “colectivismo” o de “un rebaño de ovejas”. En verdad no existe tal necesidad de que sea así. Si de lo que se trata es de persuadir y convertir para sumar a la causa, se entiende que la adhesión a la causa debiese ser voluntaria y en ningún caso forzada, ni tampoco debiese ser una adhesión ciega o mecánica propia de un rebaño de ovejas o una adhesión que instrumentalice a los adherentes como lo hace el colectivismo.

Superado ese aparente problema, sigamos con las reflexiones de Rothbard. Aquí me parece pertinente citarlo en extenso:

“Los libertarios deben asumir el compromiso de pensar profundamente y estudiar, poner en circulación libros, artículos y publicaciones teóricas y sistemáticas, y participar en conferencias y seminarios. Por otro lado, una mera elaboración de la teoría no llevará a ninguna parte si nadie se ha enterado jamás de la existencia de los libros y los artículos; de aquí la necesidad de publicidad, eslóganes, activismo estudiantil, conferencias, avisos televisivos y radiales, etc. La verdadera educación no puede proceder sin teoría y activismo, sin una ideología y gente que lleve adelante la ideología.

De modo que, así como la teoría necesita ser puesta en conocimiento de la gente, también requiere personas que porten los carteles, discutan, exciten la opinión pública y hagan que el mensaje llegue al futuro y a todo el público. Una vez más, tanto la teoría como el movimiento resultarán inútiles y estériles uno sin el otro. La teoría morirá en ciernes sin un movimiento consciente que se dedique a promoverla, así como a su objetivo. El movimiento carecerá de sentido si pierde de vista la ideología y la meta a la que se desea llegar. Algunos teóricos libertarios sienten que hay algo impuro o deshonroso respecto de un movimiento vivo, con individuos activistas; pero ¿cómo se puede alcanzar la libertad si no hay libertarios que promuevan la causa? Por otro lado, algunos activistas militantes, en su prisa por llevar a cabo la acción —cualquier acción—, desprecian lo que consideran fútiles discusiones teóricas; sin embargo, su acción se convierte en energía inútil y desperdiciada si sólo tienen una vaga idea de qué es lo que están promoviendo”


Hay mucho que se puede decir de la cita anterior, ya que Rothbard se refiere precisamente al asunto al que se refería Gloria Álvarez a modo de queja en su tweet. Lo primero que se debe decir es que el autor reconoce que se debe “asumir el compromiso de pensar profundamente y estudiar” y también la necesidad de “publicidad, eslóganes, activismo estudiantil, conferencias, avisos televisivos y radiales”. Lo segundo y quizás más importante es que Rothbard reconoce que la teoría y el activismo son complementarios y “resultarán inútiles y estériles uno sin el otro”. Si recordamos la queja de Álvarez, al parecer ella apuntaba a un exceso de academia y una carencia de “contacto con la gente”. En ese sentido tiene razón, pero eso no debe llevar a concluir opuestamente que solo importa el “contacto con la gente” y que la academia puede simplemente obviarse. Recordemos otra vez la extensa cita de Rothbard: “algunos activistas militantes, en su prisa por llevar a cabo la acción —cualquier acción—, desprecian lo que consideran fútiles discusiones teóricas; sin embargo, su acción se convierte en energía inútil y desperdiciada si solo tienen una vaga idea de qué es lo que están promoviendo”.

Y por último lo tercero es que Rothbard utiliza la palabra “ideología”, una palabra que actualmente es muy mal entendida y tergiversada en Chile, principalmente por militantes derechistas y también por algunos izquierdistas. Estos militantes le atribuyen a la ideología un significado enteramente peyorativo para usarla como arma arrojadiza pretendiendo decir “Yo no tengo ideología pero tú sí”, por supuesto partiendo de la estúpida premisa de que la ideología es algo negativo y que tener una ideología es malo. Lo que estos militantes sobre todo derechistas parecen sugerir es que la ideología es una suerte de idea falsa o creencia falsa, pero a eso simplemente se le puede llamar deshonestidad, auto engaño o ignorancia. No hay razón para equiparar la deshonestidad, el auto engaño o la ignorancia con la ideología, a menos claro está que la equiparación sea útil y conveniente para usar la palabra ideología como arma arrojadiza contra quienes tienen posturas políticas contrarias, que es la artimaña a la que frecuentemente recurren (lo sepan o no) los militantes derechistas y también algunos izquierdistas. Conviene a este respecto citar unos pasajes pertinentes del muy interesante libro Chile Actual. Anatomía de un mito del sociólogo Tomás Moulian (1997):

“La razón profunda de la crisis de la política en el Chile Actual proviene de la falsa muerte de las ideologías, perpetrada por una nueva ideología hegemónica que pretende la tecnificación de la política y por ello se encarga de asesinar a las ideologías alternativas (…)

Lo que les ocurre a los críticos de las ideologías es que confunden dos tipos distintos, mezclan en un mismo paquete las ideologías en cuanto utopías, con las ideologías en cuanto sistemas de normatividad política. Efectivamente las primeras pueden desembocar en el fanatismo y en el totalitarismo (…)

Existe pues un tipo necesario de ideología, distinto del de la ideología utópica. Es la ideología en cuanto sistema de normatividad política. Ello significa que él/los grupos políticos elaboran proyectos donde se definen fines preferenciales y donde se vincula presente con futuro. Fines dotados de valor pero sobre los cuales se está dispuesto  a discutir racionalmente, arriesgando que en la lucha política sean otros los que se impongan”.


En cuanto a sistemas de normatividad política, una definición política neutra de ideología puede ser la elaborada por el académico Martin Seliger en Ideology and politics (1976), para quien la ideología es “un conjunto de ideas por las que los seres humanos proponen, explican y justifican fines y significados de una acción social organizada y específicamente de una acción política, al margen de si tal acción se propone preservar, cambiar, desplazar o construir un orden social dado”. En la misma línea, el lingüista Teun Van Dijk en Ideología. Una aproximación multidisciplinaria (1999), entiende la ideología como sistemas de creencias o representaciones sociales generales y abstractas, compartidas por un grupo, que controlan u organizan el conocimiento y las opiniones (actitudes) más específicas del grupo, es decir que desempeñan funciones concretas para los grupos regulando las prácticas, muy especialmente aquellas relacionadas con la competencia por recursos sociales escasos. Por tanto, puede decirse que las ideologías sirven a los grupos y a sus miembros “en la organización y manejo de sus objetivos, prácticas sociales y toda su vida social cotidiana

Volviendo a las reflexiones de Rothbard, otro aspecto que es interesante destacar es la estrategia misma que él concibe en la causa de la libertad. En el campo estratégico, el autor identifica dos falacias importantes que “desvían del camino adecuado”: el “sectarismo de izquierda” y “el oportunismo de derecha”. El problema que ve en los “oportunistas de derecha” es que se limitan a programas estrictamente graduales y prácticos que tienen grandes oportunidades de ser aceptados en forma inmediata, pero corren el peligro de perder de vista objetivos más ambiciosos. Volveré a citarlo en extenso:

Al concentrarse en lo inmediato, contribuyen a destruir la meta fundamental y, por ende, pierden la razón de ser, en primer lugar, libertarios. Si el libertario se niega a enarbolar las banderas del principio puro, del fin último, ¿quién lo hará? La respuesta es que no lo hará nadie, y por lo tanto otra gran fuente de deserción recientemente ha sido el erróneo camino del oportunismo.


Asimismo Rothbard ve como una virtud el sostener posturas “extremistas” ya que al presionar por medidas drásticas se pueden conseguir logros más importantes que si solo se exigen medidas moderadas. Esto tiene sentido, ya que cuando se sostienen demandas de cambio el resultado final generalmente es menos de lo que se esperaba en un comienzo, entonces mientras más exigentes o radicales son las demandas, más se presiona para avanzar en esa dirección. En sus palabras

Con el correr de los años, precisamente el rol del "extremista" es seguir presionando para que la acción diaria se lleve a cabo cada vez más en su dirección.


Otro imperativo estratégico para Rothbard es evitar el gradualismo, ya que según él eso desvía de lo que considera el objetivo principal, que es alcanzar el mayor grado de libertad posible en el menor tiempo posible. Su razonamiento es que siempre se debe alcanzar mayores grados de libertad antes y no después, una postura que se puede calificar como maximalista. El problema con el gradualismo para el autor es que

El gradualismo en la prosecución de la teoría, en realidad socava al objetivo mismo, porque acepta que éste ocupe un segundo o un tercer lugar después de otras consideraciones no libertarias o anti libertarias. En efecto, una preferencia por el gradualismo implica que estas otras consideraciones son más importantes que la libertad.

Pero para Rothbard ese rechazo del gradualismo tampoco significa que los pasos intermedios dados hacia el objetivo sean ilegítimos, y ese es el problema que identifica con el “sectarismo de izquierda”

Mientras los libertarios con demasiada frecuencia han sido oportunistas que perdieron de vista o socavaron su objetivo final, algunos han derivado en la dirección opuesta, temiendo cualquier avance hacia la idea y condenándolo como una absoluta traición al objetivo. La tragedia es que esos sectarios, al condenar todos los avances que no llegan a alcanzar la meta, tornan vano y fútil el objetivo deseado. Por mucho que todos nos regocijáramos si se lograse la libertad absoluta en forma inmediata, las perspectivas realistas de dar ese importante paso son limitadas. Si bien el cambio social no siempre es pequeño y gradual, tampoco se produce de golpe. Por lo tanto, al rechazar cualquier aproximación transitoria hacia el objetivo, estos libertarios sectarios hacen que resulte imposible alcanzarlo. Así, los sectarios eventualmente pueden "liquidar" el objetivo final tanto como lo hacen los oportunistas.

Así entonces se debe evitar caer tanto en el “oportunismo de derecha” como en el “sectarismo de izquierda”. Rothbard identifica como un problema el caer en ambas posturas, lo que puede llegar incluso a que algunos individuos pasen de una postura a otra debido a decepciones previas. Los sectarios de izquierda pueden caer en el oportunismo de derecha buscando algún logro de corto plazo, por haber perseverado inútilmente en su pureza teórica y no haber logrado ningún avance en el mundo real. Y los oportunistas de derecha pueden caer en el sectarismo de izquierda descreditando cualquier fijación estratégica de prioridades hacia los objetivos más ambiciosos, disgustados consigo mismos y con sus compañeros por haber transigido en cuanto a la integridad intelectual y los objetivos últimos. El gran problema para Rothbard entonces es que

Las dos desviaciones opuestas se alimentan y  refuerzan entre sí, y ambas son destructivas en lo que respecta a la principal tarea de alcanzar efectivamente el objetivo libertario.

Así las cosas entonces, “¿cómo saber si alguna medida parcial o alguna demanda transitoria constituye un paso hacia adelante o es una traición oportunista?” se pregunta Rothbard. El autor nos da dos criterios importantes.

1) Que, cualesquiera que sean las demandas transitorias, el fin último de la libertad siempre debe ser el objetivo prioritario; y
2) Que ningún paso, o medio elegido, debe contradecir explícita ni implícitamente el objetivo último. Es posible que una demanda de corto plazo no vaya tan lejos como querríamos, pero siempre debería ser consistente con el fin último; si no, el objetivo de corto plazo funcionará en contra del propósito de largo plazo, y habremos llegado a la liquidación oportunista de los principios libertarios.


Otra pregunta que se hace Rothbard es a quienes se pretende sumar a la causa de la libertad como parte de la estrategia, quienes podrían ser más receptivos a las ideas libertarias, o dicho de otra manera: “¿Dónde está, como dirían los marxistas, la "agencia para el cambio social" que proponemos?”. Aquí las especulaciones del autor están contextualizadas en la realidad estadounidense de los años 70, pero hay cuatro grupos en particular que Rothbard identifica y que podrían considerarse en el caso chileno. Primero, los estudiantes universitarios, porque

La universidad es el ámbito en el que las personas están más abiertas a la reflexión y a la consideración de las cuestiones básicas de nuestra sociedad. Esta juventud enamorada de la coherencia y de la verdad pura, estos estudiantes acostumbrados a un mundo académico donde prevalecen las ideas abstractas, y a quienes aún no preocupan los cuidados y la visión generalmente estrecha de los adultos que deben ganarse la vida, proporcionan un campo fértil para la conversión libertaria.

Quizás esas no son las características de la mayoría de las Universidades chilenas, pero a pesar de eso en algunas Universidades si existen esos espacios de reflexión y consideración de las cuestiones básicas de la sociedad, por lo que podría haber alguna posibilidad aunque sea remota para captar adhesiones. Piénsese por ejemplo en el grupo “Alternativa Libertad” de la Universidad de Los Andes. Que son los únicos por ahora, es cierto, pero no hay razón por la que no se pueda intentar la misma experiencia en otras casas de estudio.

Los otros tres grupos que Rothbard identifica como posibles adherentes son la clase media, y más importante aún, los pequeños y grandes empresarios que no reciben un trato privilegiado desde el Estado. En palabras del autor

A los pequeños empresarios podemos prometerles un mundo donde la empresa sea verdaderamente libre, despojado de privilegios monopólicos, carteles y subsidios ideados por el Estado y el Establishment. Y a ellos y a los grandes empresarios que no forman parte del Establishment monopólico podemos asegurarles que su talento y sus energías individuales tendrán por fin todo el espacio necesario para expandirse y proveer una tecnología mejorada y aumentos de productividad para ellos y para todos nosotros.

Y por último Rothbard también identifica a las minorías discriminadas como posibles adherentes, piénsese por ejemplo en el caso de las minorías sexuales en Chile. Lo que el autor propone para ellos es que

Podemos demostrarles que sólo la libertad garantizará la total emancipación, para que cada grupo desarrolle sus intereses y administre sus propias instituciones, sin impedimentos ni obligaciones impuestas por el gobierno de la mayoría.

En forma genérica, para Rothbard “Cada persona o grupo que valore su libertad o su prosperidad es un adherente potencial al credo libertario”. Pero sucede que en circunstancias más o menos normales, cuando las cosas van bien, la mayoría de la gente no suele interesarse por las cuestiones públicas. Es por eso que el autor ve como una oportunidad para que se produzca un cambio social radical la ocurrencia de una “situación crítica”:

Debe haber un colapso en el sistema existente que exija una búsqueda generalizada de soluciones alternativas. Cuando esta búsqueda se lleve a cabo, los activistas de un movimiento disidente deben estar disponibles para proveer la alternativa radical, para relacionar la crisis con los defectos inherentes al sistema mismo y para señalar cómo el sistema alternativo resolvería la crisis existente y prevendría cualquier colapso similar en el futuro.

Piénsese por ejemplo en las situaciones de países como Brasil o Argentina. De hecho, algo de eso podría explicar el reciente triunfo de Mauricio Macri en las elecciones Presidenciales argentinas. Si bien es muy dudoso que los argentinos de pronto quieran dar un giro radical hacia el liberalismo clásico, y el mismo Macri no ha anticipado cambios radicales en las políticas económicas, si existe una molestia evidente con la forma de administrar el Estado argentino y por lo mismo hay una expectativa de que Macri al menos haga una limpieza de los focos de corrupción más flagrantes dejados por los gobiernos de los Kirchner. El único problema de esta estrategia es que para que tenga lugar, el deterioro puede llegar bastante lejos y causar mucho daño y malestar en el proceso. Pero si se observa la experiencia de muchos países que han virado desde políticas intensamente estatistas hacia políticas con inspiración más liberal clásica, se constata que efectivamente se buscan alternativas cuando la situación ya es crítica y no antes. Es de esperar que en Chile no se espere un deterioro agudo propiciado por la Nueva Mayoría para revertir las reformas que están llevando a cabo. Solo el tiempo dirá que tan lejos va a llegar la Nueva mayoría y si es que un posible gobierno sucesor de signo distinto se atreverá o podrá revertir algo de su legado.

En resumen entonces, las recomendaciones estratégicas de Rothbard pueden resumirse en los siguientes cinco puntos

  1. No despreciar el activismo en su sentido más amplio ni tampoco despreciar la reflexión intelectual, porque ambos son mutuamente complementarios y no mutuamente excluyentes, y se potencian el uno al otro.
  2. No renegar de la ideología atribuyéndole un significado peyorativo. La ideología propia se debe asumir abiertamente y se debe plantear en contraposición a las ideologías contrarias.
  3. No caer ni en el oportunismo de derecha ni en el sectarismo de izquierda. Los logros o pasos intermedios en la expansión de las libertades individuales no deben ser condenados siempre que no se olvide que se buscan objetivos más ambiciosos, o sea una mayor expansión de las libertades individuales, y siempre que esos logros o pasos intermedios no contradigan esos objetivos
  4. Buscar adhesión en grupos como los estudiantes Universitarios, la clase media, las pequeñas, medias y grandes empresas que no reciben trato privilegiado del Estado, y las minorías discriminadas. Y
  5. Estar siempre alerta cuando la situación sea tal que se pueda plantear una respuesta propia y alternativa a los problemas generados por un sistema abiertamente estatista

Y quizás más importante que todo lo anterior, es plantearse objetivos con visión de mediano y largo plazo y no desesperar si no se consiguen logros medibles e inmediatos. Como dice un proverbio chino atribuido a Lao Tzu, “un viaje de mil millas comienza con un solo paso”.