La semana pasada mientras revisaba mi TL en Twitter me
topé con un tweet de la conocida activista guatemalteca Gloria Álvarez
(@crazyglorita) que decía textualmente “El
error libertario fue quedarse en la academia y la cafetería en lugar de salir a
hablar con la gente sabiendo que jamás leerán a Mises o Bastiat”. Me llamó tanto la atención que lo ReTwittee, y la razón por la que me
llamó la atención es porque me hizo recordar el epílogo del libro de Murray
Rothbard “Hacia una nueva libertad. El
manifiesto libertario”. El epílogo de este libro es importante e interesante porque contiene una serie de
reflexiones acerca de un asunto que probablemente se ha pasado por la cabeza de
muchos quienes nos sentimos atraídos e identificados por esas ideas, a saber
¿Cómo hacer para que nuestras ideas sean predominantes o al menos más aceptadas
y así conseguir alcanzar mayores grados de libertad en Chile?
Esa pregunta se
relaciona directamente con la suerte de queja de Gloria Álvarez, y es una
pregunta muy similar a la pregunta que se plantea Rothbard en el epílogo de su
citado libro en términos semejantes. Se preguntaba el autor “¿Cómo podemos alcanzar, desde nuestro
actual e imperfecto mundo gobernado por el Estado, el gran objetivo de la
libertad?”. La respuesta que Rothbard intenta dar a esa pregunta es
importante porque aborda precisamente el mismo asunto al que se refiere Álvarez
a modo de queja, a saber, la excesiva preocupación por la academia y el
abandono del “contacto con la gente”. Me permitiré citar textualmente en
extenso más de una vez al autor porque creo que sus reflexiones sobre este
asunto son muy pertinentes y valiosas.
Veamos. Parte
Rothbard afirmando que “una condición fundamental
y necesaria para la victoria libertaria es la educación: la persuasión y la
conversión de grandes cantidades de personas a la causa”. Quizás aquí para
algunos podría aparecer el primer problema con la necesidad de persuadir y
convertir “grandes cantidades de personas”. Digo problema porque algunos auto
denominados libertarios parecen ver, desde una suerte de individualismo un
tanto irreflexivo, que “grandes cantidades de personas” es necesariamente un
sinónimo de “colectivismo” o de “un rebaño de ovejas”. En verdad no existe tal
necesidad de que sea así. Si de lo que se trata es de persuadir y convertir
para sumar a la causa, se entiende que la adhesión a la causa debiese ser
voluntaria y en ningún caso forzada, ni tampoco debiese ser una adhesión ciega
o mecánica propia de un rebaño de ovejas o una adhesión que instrumentalice a
los adherentes como lo hace el colectivismo.
Superado ese aparente
problema, sigamos con las reflexiones de Rothbard. Aquí me parece pertinente
citarlo en extenso:
“Los libertarios
deben asumir el compromiso de pensar profundamente y estudiar, poner en
circulación libros, artículos y publicaciones teóricas y sistemáticas, y
participar en conferencias y seminarios. Por otro lado, una mera elaboración de
la teoría no llevará a ninguna parte si nadie se ha enterado jamás de la
existencia de los libros y los artículos; de aquí la necesidad de publicidad,
eslóganes, activismo estudiantil, conferencias, avisos televisivos y radiales,
etc. La verdadera educación no puede proceder sin teoría y activismo, sin una
ideología y gente que lleve adelante la ideología.
De modo
que, así como la teoría necesita ser puesta en conocimiento de la gente, también
requiere personas que porten los carteles, discutan, exciten la opinión pública
y hagan que el mensaje llegue al futuro y a todo el público. Una vez más, tanto
la teoría como el movimiento resultarán inútiles y estériles uno sin el otro. La
teoría morirá en ciernes sin un movimiento consciente que se dedique a
promoverla, así como a su objetivo. El movimiento carecerá de sentido si pierde
de vista la ideología y la meta a la que se desea llegar. Algunos teóricos
libertarios sienten que hay algo impuro o deshonroso respecto de un movimiento
vivo, con individuos activistas; pero ¿cómo se puede alcanzar la libertad si no
hay libertarios que promuevan la causa? Por otro lado, algunos activistas
militantes, en su prisa por llevar a cabo la acción —cualquier acción—,
desprecian lo que consideran fútiles discusiones teóricas; sin embargo, su acción
se convierte en energía inútil y desperdiciada si sólo tienen una vaga idea de
qué es lo que están promoviendo”
Hay mucho que se
puede decir de la cita anterior, ya que Rothbard se refiere precisamente al
asunto al que se refería Gloria Álvarez a modo de queja en su tweet. Lo primero
que se debe decir es que el autor reconoce que se debe “asumir el compromiso de
pensar profundamente y estudiar” y también la necesidad de “publicidad,
eslóganes, activismo estudiantil, conferencias, avisos televisivos y radiales”.
Lo segundo y quizás más importante es que Rothbard reconoce que la teoría y el
activismo son complementarios y “resultarán inútiles y estériles uno sin el
otro”. Si recordamos la queja de Álvarez, al parecer ella apuntaba a un exceso
de academia y una carencia de “contacto con la gente”. En ese sentido tiene
razón, pero eso no debe llevar a concluir opuestamente que solo importa el
“contacto con la gente” y que la academia puede simplemente obviarse.
Recordemos otra vez la extensa cita de Rothbard: “algunos activistas militantes, en su prisa por llevar a cabo la acción
—cualquier acción—, desprecian lo que consideran fútiles discusiones teóricas;
sin embargo, su acción se convierte en energía inútil y desperdiciada si solo
tienen una vaga idea de qué es lo que están promoviendo”.
Y por último lo
tercero es que Rothbard utiliza la palabra “ideología”, una palabra que
actualmente es muy mal entendida y tergiversada en Chile, principalmente por
militantes derechistas y también por algunos izquierdistas. Estos militantes le
atribuyen a la ideología un significado enteramente peyorativo para usarla como
arma arrojadiza pretendiendo decir “Yo no
tengo ideología pero tú sí”, por supuesto partiendo de la estúpida premisa
de que la ideología es algo negativo y que tener una ideología es malo. Lo que
estos militantes sobre todo derechistas parecen sugerir es que la ideología es
una suerte de idea falsa o creencia falsa, pero a eso simplemente se le puede
llamar deshonestidad, auto engaño o ignorancia. No hay razón para equiparar la
deshonestidad, el auto engaño o la ignorancia con la ideología, a menos claro
está que la equiparación sea útil y conveniente para usar la palabra ideología
como arma arrojadiza contra quienes tienen posturas políticas contrarias, que
es la artimaña a la que frecuentemente recurren (lo sepan o no) los militantes
derechistas y también algunos izquierdistas. Conviene a este respecto citar unos
pasajes pertinentes del muy interesante libro Chile Actual. Anatomía de un mito del sociólogo Tomás Moulian (1997):
“La
razón profunda de la crisis de la política en el Chile Actual proviene de la
falsa muerte de las ideologías, perpetrada por una nueva ideología hegemónica
que pretende la tecnificación de la política y por ello se encarga de asesinar
a las ideologías alternativas (…)
Lo que
les ocurre a los críticos de las ideologías es que confunden dos tipos
distintos, mezclan en un mismo paquete las ideologías en cuanto utopías, con
las ideologías en cuanto sistemas de normatividad política. Efectivamente las
primeras pueden desembocar en el fanatismo y en el totalitarismo (…)
Existe
pues un tipo necesario de ideología, distinto del de la ideología utópica. Es
la ideología en cuanto sistema de normatividad política. Ello significa que
él/los grupos políticos elaboran proyectos donde se definen fines
preferenciales y donde se vincula presente con futuro. Fines dotados de valor
pero sobre los cuales se está dispuesto
a discutir racionalmente, arriesgando que en la lucha política sean
otros los que se impongan”.
En cuanto a sistemas
de normatividad política, una definición política neutra de ideología puede ser
la elaborada por el académico Martin Seliger en Ideology and politics (1976), para quien la ideología es “un
conjunto de ideas por las que los seres humanos proponen, explican y justifican
fines y significados de una acción social organizada y específicamente de una
acción política, al margen de si tal acción se propone preservar, cambiar,
desplazar o construir un orden social dado”. En la misma línea, el
lingüista Teun Van Dijk en Ideología. Una
aproximación multidisciplinaria (1999), entiende la ideología como sistemas
de creencias o representaciones sociales generales y abstractas, compartidas
por un grupo, que controlan u organizan el conocimiento y las opiniones
(actitudes) más específicas del grupo, es decir que desempeñan funciones
concretas para los grupos regulando las prácticas, muy especialmente aquellas
relacionadas con la competencia por recursos sociales escasos. Por tanto, puede
decirse que las ideologías sirven a los grupos y a sus miembros “en la organización y manejo de sus
objetivos, prácticas sociales y toda su vida social cotidiana”
Volviendo a las
reflexiones de Rothbard, otro aspecto que es interesante destacar es la
estrategia misma que él concibe en la causa de la libertad. En el campo
estratégico, el autor identifica dos falacias importantes que “desvían del
camino adecuado”: el “sectarismo de izquierda” y “el oportunismo de derecha”. El
problema que ve en los “oportunistas de derecha” es que se limitan a programas
estrictamente graduales y prácticos que tienen grandes oportunidades de ser
aceptados en forma inmediata, pero corren el peligro de perder de vista
objetivos más ambiciosos. Volveré a citarlo en extenso:
Al
concentrarse en lo inmediato, contribuyen a destruir la meta fundamental y, por
ende, pierden la razón de ser, en primer lugar, libertarios. Si el libertario
se niega a enarbolar las banderas del principio puro, del fin último, ¿quién lo
hará? La respuesta es que no lo hará nadie, y por lo tanto otra gran fuente de
deserción recientemente ha sido el erróneo camino del oportunismo.
Asimismo Rothbard ve
como una virtud el sostener posturas “extremistas” ya que al presionar por
medidas drásticas se pueden conseguir logros más importantes que si solo se
exigen medidas moderadas. Esto tiene sentido, ya que cuando se sostienen
demandas de cambio el resultado final generalmente es menos de lo que se
esperaba en un comienzo, entonces mientras más exigentes o radicales son las
demandas, más se presiona para avanzar en esa dirección. En sus palabras
Con el
correr de los años, precisamente el rol del "extremista" es seguir
presionando para que la acción diaria se lleve a cabo cada vez más en su
dirección.
Otro imperativo
estratégico para Rothbard es evitar el gradualismo, ya que según él eso desvía
de lo que considera el objetivo principal, que es alcanzar el mayor grado de
libertad posible en el menor tiempo posible. Su razonamiento es que siempre se
debe alcanzar mayores grados de libertad antes y no después, una postura que se
puede calificar como maximalista. El problema con el gradualismo para el autor
es que
El
gradualismo en la prosecución de la teoría, en realidad socava al objetivo mismo,
porque acepta que éste ocupe un segundo o un tercer lugar después de otras
consideraciones no libertarias o anti libertarias. En efecto, una preferencia por
el gradualismo implica que estas otras consideraciones son más importantes que
la libertad.
Pero para Rothbard
ese rechazo del gradualismo tampoco significa que los pasos intermedios dados
hacia el objetivo sean ilegítimos, y ese es el problema que identifica con el “sectarismo
de izquierda”
Mientras
los libertarios con demasiada frecuencia han sido oportunistas que perdieron de
vista o socavaron su objetivo final, algunos han derivado en la dirección
opuesta, temiendo cualquier avance hacia la idea y condenándolo como una
absoluta traición al objetivo. La tragedia es que esos sectarios, al condenar
todos los avances que no llegan a alcanzar la meta, tornan vano y fútil el objetivo
deseado. Por mucho que todos nos regocijáramos si se lograse la libertad
absoluta en forma inmediata, las perspectivas realistas de dar ese importante
paso son limitadas. Si bien el cambio social no siempre es pequeño y gradual,
tampoco se produce de golpe. Por lo tanto, al rechazar cualquier aproximación
transitoria hacia el objetivo, estos libertarios sectarios hacen que resulte
imposible alcanzarlo. Así, los sectarios eventualmente pueden
"liquidar" el objetivo final tanto como lo hacen los oportunistas.
Así entonces se debe
evitar caer tanto en el “oportunismo de derecha” como en el “sectarismo de
izquierda”. Rothbard identifica como un problema el caer en ambas posturas, lo
que puede llegar incluso a que algunos individuos pasen de una postura a otra
debido a decepciones previas. Los sectarios de izquierda pueden caer en el
oportunismo de derecha buscando algún logro de corto plazo, por haber
perseverado inútilmente en su pureza teórica y no haber logrado ningún avance
en el mundo real. Y los oportunistas de derecha pueden caer en el sectarismo de
izquierda descreditando cualquier fijación estratégica de prioridades hacia los
objetivos más ambiciosos, disgustados consigo mismos y con sus compañeros por
haber transigido en cuanto a la integridad intelectual y los objetivos últimos.
El gran problema para Rothbard entonces es que
Las dos
desviaciones opuestas se alimentan y refuerzan
entre sí, y ambas son destructivas en lo que respecta a la principal tarea de
alcanzar efectivamente el objetivo libertario.
Así las cosas
entonces, “¿cómo saber si alguna medida parcial o alguna demanda transitoria constituye
un paso hacia adelante o es una traición oportunista?” se pregunta Rothbard. El
autor nos da dos criterios importantes.
1) Que,
cualesquiera que sean las demandas transitorias, el fin último de la libertad
siempre debe ser el objetivo prioritario; y
2) Que
ningún paso, o medio elegido, debe contradecir explícita ni implícitamente el
objetivo último. Es posible que una demanda de corto plazo no vaya tan lejos
como querríamos, pero siempre debería ser consistente con el fin último; si no,
el objetivo de corto plazo funcionará en contra del propósito de largo plazo, y
habremos llegado a la liquidación oportunista de los principios libertarios.
Otra pregunta que se
hace Rothbard es a quienes se pretende sumar a la causa de la libertad como
parte de la estrategia, quienes podrían ser más receptivos a las ideas libertarias,
o dicho de otra manera: “¿Dónde está, como dirían los marxistas, la "agencia
para el cambio social" que proponemos?”. Aquí las especulaciones del autor
están contextualizadas en la realidad estadounidense de los años 70, pero hay
cuatro grupos en particular que Rothbard identifica y que podrían considerarse
en el caso chileno. Primero, los estudiantes universitarios, porque
La
universidad es el ámbito en el que las personas están más abiertas a la reflexión
y a la consideración de las cuestiones básicas de nuestra sociedad. Esta
juventud enamorada de la coherencia y de la verdad pura, estos estudiantes
acostumbrados a un mundo académico donde prevalecen las ideas abstractas, y a
quienes aún no preocupan los cuidados y la visión generalmente estrecha de los
adultos que deben ganarse la vida, proporcionan un campo fértil para la
conversión libertaria.
Quizás esas no son
las características de la mayoría de las Universidades chilenas, pero a pesar
de eso en algunas Universidades si existen esos espacios de reflexión y
consideración de las cuestiones básicas de la sociedad, por lo que podría haber
alguna posibilidad aunque sea remota para captar adhesiones. Piénsese por
ejemplo en el grupo “Alternativa Libertad” de la Universidad de Los Andes. Que
son los únicos por ahora, es cierto, pero no hay razón por la que no se pueda
intentar la misma experiencia en otras casas de estudio.
Los otros tres grupos
que Rothbard identifica como posibles adherentes son la clase media, y más
importante aún, los pequeños y grandes empresarios que no reciben un trato
privilegiado desde el Estado. En palabras del autor
A los
pequeños empresarios podemos prometerles un mundo donde la empresa sea
verdaderamente libre, despojado de privilegios monopólicos, carteles y
subsidios ideados por el Estado y el Establishment. Y a ellos y a los grandes
empresarios que no forman parte del Establishment monopólico podemos
asegurarles que su talento y sus energías individuales tendrán por fin todo el
espacio necesario para expandirse y proveer una tecnología mejorada y aumentos
de productividad para ellos y para todos nosotros.
Y por último Rothbard
también identifica a las minorías discriminadas como posibles adherentes,
piénsese por ejemplo en el caso de las minorías sexuales en Chile. Lo que el
autor propone para ellos es que
Podemos
demostrarles que sólo la libertad garantizará la total emancipación, para que cada
grupo desarrolle sus intereses y administre sus propias instituciones, sin impedimentos
ni obligaciones impuestas por el gobierno de la mayoría.
En forma genérica,
para Rothbard “Cada persona o grupo que valore su libertad o su prosperidad es
un adherente potencial al credo libertario”. Pero sucede que en circunstancias
más o menos normales, cuando las cosas van bien, la mayoría de la gente no
suele interesarse por las cuestiones públicas. Es por eso que el autor ve como
una oportunidad para que se produzca un cambio social radical la ocurrencia de
una “situación crítica”:
Debe
haber un colapso en el sistema existente que exija una búsqueda generalizada de
soluciones alternativas. Cuando esta búsqueda se lleve a cabo, los activistas
de un movimiento disidente deben estar disponibles para proveer la alternativa
radical, para relacionar la crisis con los defectos inherentes al sistema mismo
y para señalar cómo el sistema alternativo resolvería la crisis existente y
prevendría cualquier colapso similar en el futuro.
Piénsese por ejemplo
en las situaciones de países como Brasil o Argentina. De hecho, algo de eso podría
explicar el reciente triunfo de Mauricio Macri en las elecciones Presidenciales
argentinas. Si bien es muy dudoso que los argentinos de pronto quieran dar un
giro radical hacia el liberalismo clásico, y el mismo Macri no ha anticipado
cambios radicales en las políticas económicas, si existe una molestia evidente
con la forma de administrar el Estado argentino y por lo mismo hay una
expectativa de que Macri al menos haga una limpieza de los focos de corrupción
más flagrantes dejados por los gobiernos de los Kirchner. El único problema de
esta estrategia es que para que tenga lugar, el deterioro puede llegar bastante
lejos y causar mucho daño y malestar en el proceso. Pero si se observa la
experiencia de muchos países que han virado desde políticas intensamente
estatistas hacia políticas con inspiración más liberal clásica, se constata que
efectivamente se buscan alternativas cuando la situación ya es crítica y no
antes. Es de esperar que en Chile no se espere un deterioro agudo propiciado
por la Nueva Mayoría para revertir las reformas que están llevando a cabo. Solo
el tiempo dirá que tan lejos va a llegar la Nueva mayoría y si es que un
posible gobierno sucesor de signo distinto se atreverá o podrá revertir algo de
su legado.
En resumen entonces,
las recomendaciones estratégicas de Rothbard pueden resumirse en los siguientes
cinco puntos
- No despreciar el activismo en su sentido más amplio ni tampoco despreciar la reflexión intelectual, porque ambos son mutuamente complementarios y no mutuamente excluyentes, y se potencian el uno al otro.
- No renegar de la ideología atribuyéndole un significado peyorativo. La ideología propia se debe asumir abiertamente y se debe plantear en contraposición a las ideologías contrarias.
- No caer ni en el oportunismo de derecha ni en el sectarismo de izquierda. Los logros o pasos intermedios en la expansión de las libertades individuales no deben ser condenados siempre que no se olvide que se buscan objetivos más ambiciosos, o sea una mayor expansión de las libertades individuales, y siempre que esos logros o pasos intermedios no contradigan esos objetivos
- Buscar adhesión en grupos como los estudiantes Universitarios, la clase media, las pequeñas, medias y grandes empresas que no reciben trato privilegiado del Estado, y las minorías discriminadas. Y
- Estar siempre alerta cuando la situación sea tal que se pueda plantear una respuesta propia y alternativa a los problemas generados por un sistema abiertamente estatista
Y quizás más
importante que todo lo anterior, es plantearse objetivos con visión de mediano
y largo plazo y no desesperar si no se consiguen logros medibles e inmediatos. Como
dice un proverbio chino atribuido a Lao Tzu, “un viaje de mil millas comienza
con un solo paso”.