sábado, 31 de enero de 2015

Observaciones sobre el sistema educativo de Finlandia

Desde el comienzo de las movilizaciones sociales en Chile el año 2011 que planteaban supuestamente demandas para una mejora en la educación, a veces se ha hecho referencia al sistema de educación de Finlandia, reconocido internacionalmente como el mejor del mundo de acuerdo a su puntuación en rankings y test internacionales estandarizados.
Se hace difícil conocer en detalle el sistema educativo finlandés para quienes no viven en ese país y solo tienen referencias a través de artículos de prensa o algún paper o investigación sobre el mismo. En el caso de lo que se sabe en Chile, los grupos de interés que alaban la educación finlandesa con frecuencia hacen mucho hincapié en que esta es gratuita para los alumnos (o sea pagada por los contribuyentes finlandeses) y que además es pública casi en su totalidad. Es decir, las escuelas o colegios son administrados o gestionados por el Estado y además no tienen costo para los alumnos y sus familias ya que estos costos son financiados mediante los impuestos que recauda el Estado finlandés.
El problema con las referencias que se hacen en Chile a la educación finlandesa, a mi modo de ver, es que se centran demasiado en el hecho de que es financiada mediante impuestos y que las escuelas y colegios dependen del Estado, pero no se ahonda en las relaciones causales que determinan que dicha educación sea reconocida con cierto consenso internacional como educación de calidad. A veces pareciera que se trata de establecer una correlación entre el carácter público y gratuito (para los alumnos) de la educación finlandesa y la reconocida calidad de la misma, pero una vez más, conviene recordar que correlación NO ES LO MISMO que causalidad. Por lo mismo, para conocer una visión un poco más imparcial, al menos para lo que sería de interés conocer en Chile sobre la educación finlandesa, resulta más conveniente conocer una visión y un análisis distinto de un observador distinto que los grupos de interés que frecuentemente citan en Chile la educación finlandesa como un ejemplo a seguir.
El documental “THE FINLAND PHENOMENON: Inside the world’s most surprising school system” se encuentra en youtube subtitulado, y relata las observaciones del Dr. Tony Wagner en su viaje a Finlandia para conocer en terreno la educación finlandesa. Wagner es miembro del programa de innovación educativa en el centro de tecnología del emprendimiento en la  Universidad de Harvard, y fue invitado por el Comité Nacional de educación de Finlandia a visitar dicho país a fin de conocer su sistema educativo y comprender el porqué de su reconocido éxito. Todas las impresiones que recoge Wagner durante el documental tienen como fuente los mismos funcionarios, profesores y alumnos finlandeses. Es decir, es información e impresiones de primera fuente, de las cuales se puede presuponer buena fe y otorgarles el beneficio de la duda.
En las siguientes lineas se intenta resumir los aspectos que parecen más destacados acerca de la educación finlandesa. Para comenzar, esta tiene un carácter igualitario en cuanto a que a todos los estudiantes se les ofrece el mismo sistema de educación. Aquí es donde es pertinente hacer una disquisición acerca del igualitarismo. Más que centrar la atención en el carácter igualitario de la educación finlandesa, conviene concentrarse en el tipo de educación misma que se ofrece igualitariamente. Es decir, lo importante pasa a ser aquello que se pretende igualar más que el hecho mismo de su carácter igualitario. Por ejemplo no es lo mismo un sistema educativo igualitario concebido para formar sujetos dóciles y obedientes por igual, como en el reino de Prusia, que un sistema igualitario concebido para formar sujetos autónomos capaces de pensar por sí mismos y dándoles esta posibilidad a todos por igual. Pues bien, en consonancia con este carácter igualitario de la educación finlandesa, esta no distingue entre los alumnos por su origen o contexto cultural, fenotipo ni condición socioeconómica. Todos los alumnos reciben una educación muy semejante. El propósito de esta educación al parecer es propender a la formación de un cierto tipo de ciudadano. Ahora bien, de lo anterior no hay que inferir apresuradamente que se trata de una ingeniería social como algunos podrían pensar. No. Eso no necesariamente es así.
Parece existir un cierto consenso entre los políticos, directores de escuela, profesores, etc. en la importancia del capital humano que los niños finlandeses representarán en el futuro. Desde una perspectiva libertaria esto no parece un buen indicio, ya que viene a ser un fin ex ante al que se pretende que los niños adscriban para sí mismos, y no un fin personal que los mismos niños descubren en su proceso de formación mediante su propia reflexión y maduración. Esto es el principal punto negativo que quiero destacar.
Volviendo a las características de la educación finlandesa, los niños comienzan a asistir a las escuelas a los 7 años, desarrollan sus habilidades sociales en la etapa preescolar, y aprenden el idioma normalmente en su hogar. La vestimenta en las escuelas es informal, los niños no usan uniforme, y se dirigen a los profesores por su nombre de pila. El tamaño de las escuelas es pequeño, el número de alumnos por clase es alrededor de 20, lo que favorece una relación más estrecha entre los alumnos y entre los profesores y los alumnos. Los horarios de entrada pueden ir desde las 08:00 a las 10:00 u 11:00 hrs y la duración de las jornadas totales de clases en un día es variable, y depende de cómo los alumnos lleven sus cursos o como los elijan. El tiempo de vacaciones es de 3 meses. En general los estudiantes toman menos clases y pasan menos tiempo en las escuelas al día.
Algunas clases se dictan de forma tradicional en el sentido de que hay un profesor dirigiendo la clase parado al frente de un grupo de alumnos sentados, pero sin embargo, hay un detalle que marca la diferencia. Las clases NO SON un monólogo de un profesor que habla y hace callar a un grupo de alumnos. No. Muy por el contrario, los profesores incentivan la participación abierta y activa de los alumnos por ejemplo desarrollando problemas de matemáticas ellos mismos en el pizarrón. Lo que se busca es que del 100% del tiempo que dura una clase, el profesor ocupe alrededor de un 40% de ese tiempo en hablar, y el otro 60% lo ocupen sus alumnos en participar.
Además, hay clases en que se cuenta con la asistencia de estudiantes de pedagogía que serán profesores en el futuro en esas mismas escuelas. Es decir, los futuros profesores aprenden su profesión no solo estudiando una carrera de pedagogía en una Universidad, sino que además asistiendo y observando las clases que ellos mismos tendrán que impartir cuando ejerzan su profesión. Y para ir más allá, estos mismos estudiantes de pedagogía imparten clases en las escuelas durante su etapa formativa a modo de práctica, no se remiten solo a observar las clases impartidas por profesores senior. Y por mientras también a su vez son observados por otros estudiantes de pedagogía. Todo esto último es un aspecto cuanto menos asombroso y que se aleja bastante de las prácticas que se conocen en Chile por ejemplo.
En general se hacen muy pocas evaluaciones, casi ninguna hasta el nivel secundario, y a los alumnos se les dan muy pocas tareas que deban realizar en su hogar. El ambiente dentro de las salas de clases es relajado y distendido. Se enfatiza que el aprendizaje depende de los mismos alumnos. Un aspecto clave son los profesores, quienes se han vuelto formadores del conocimiento y que interactúan en las salas de clases como si fueran un verdadero laboratorio de continua innovación. Los profesores son concebidos como los agentes que facilitan el aprendizaje de los niños mediante la creatividad. Para llegar a ser profesor se requieren altas calificaciones para ingresar a la Universidad. La carrera de pedagogía NO ES un “descarte” para estudiante universitarios fracasados que no han podido optar a una carrera mejor. Muy por el contrario, es una profesión respetada y valorada socialmente. La carrera de pedagogía es bastante exigente y con altos estándares. No queda claro si dichas exigencias de ingreso a la Universidad y de la misma carrera son directrices que emanan del Estado o de las Universidades mismas que imparten las carreras. Según se aprecia en el documental, en ese año (2011) hubo 1.600 postulaciones a las carreras de pedagogía y solo fueron aceptados el 10% de los postulantes. Los profesores en general son muy poco evaluados por los directores de las escuelas ya que estos últimos confían en que harán bien su trabajo. Por otra parte, a modo de comparación según se muestra en el documental, en Estados Unidos un profesor promedio pasa 1.100 horas al año en la sala de clases. En Finlandia en cambio el profesor promedio pasa 600 horas al año en la sala de clases.
Un aspecto clave que explica la calidad de la educación es la forma en que se interactúa en las clases entre los profesores y sus alumnos, lo que podríamos llamar el “método de enseñanza”. Las clases se enfocan enseñar a los alumnos a pensar, en enseñarles como involucrarse activamente en su aprendizaje. Los alumnos usan activamente herramientas multimedia como Internet para investigar sobre los temas que están aprendiendo. En su tiempo libre, los estudiantes en su hogar prácticamente no tienen que desarrollar tareas exigidas en las escuelas. Por otra parte, los alumnos con deficiencias o problemas de aprendizaje no son abandonados a su suerte y se atiende a sus necesidades especiales de aprendizaje en sus hogares. En el nivel secundario, los alumnos pueden optar por seguir una educación vocacional o técnica, o una educación académica. Alrededor de un 45% de los jóvenes eligen seguir una educación vocacional o técnica, para así estar preparados para entrar al mercado laboral después de terminar con su educación secundaria. Estos alumnos pueden continuar con sus estudios en la Universidad, o regresar hacia el nivel secundario y tomar los cursos de formación general en la educación académica. El sistema es muy flexible en este aspecto. En la educación técnica la tecnología se utiliza como herramienta de aprendizaje. Los alumnos aprenden haciendo.
Los estudiantes finlandeses asumen un alto grado de responsabilidad individual en las salas de clases. Como resultado, los profesores disponen de más tiempo individual para aquellos estudiantes que más lo necesitan. La educación finlandesa confía muy poco a la evaluación. Recurrir menos a la evaluación permite que los estudiantes desarrollen su propio estilo de aprendizaje. Además, la educación para la innovación y el emprendimiento se integró al curriculum hace unos 15 años. Se debe incluir en cualquier programa de enseñanza o en cualquier asignatura. Se realizan proyectos en que los mismos estudiantes han de producir un nuevo producto o servicio trabajando en equipo incluso trasnochando en sus respectivas escuelas, y en actividades como estas aprenden las habilidades de la innovación y el emprendimiento.
La Junta Nacional de educación de Finlandia establece un curriculum escolar base para la educación básica o primaria, el cual es más bien breve y deja amplios márgenes de libertad de acción a las escuelas para que ellas mismas elaboren sus propios planes educativos, o sea, su propio curriculum. De esta forma, las escuelas pueden tomar sus propias decisiones con libertad de acción. En las escuelas y colegios finlandeses NO HAY inspectores que se dediquen a inspeccionar las escuelas o a sus profesores. Y aquí es donde se llega a un aspecto clave: la confianza. El sistema educativo finlandés descansa y se sustenta en la confianza entrecruzada que existe entre los directores de las escuelas y sus profesores, y entre los profesores y sus alumnos. Es por esto que los directores de las escuelas apenas evalúan a los profesores, ya que confían en que están haciendo bien su trabajo porque saben que son profesionales con una excelente formación. Y esa es la misma razón por la cual los profesores no vigilan a sus alumnos, ya que confían en su responsabilidad. La idea que subyace a todo esto es que cuando se confía en las personas, entonces ellas querrán ser dignas de esa confianza, y por ende se desempeñaran mejor ya que se confía en ellas y no se les controla y ni se les dice lo que tienen que hacer. Saben lo que tienen que hacer y lo hacen bien. Esto es un rasgo simplemente digno de admiración de la educación finlandesa. Cabe destacar que Finlandia figura entre los cinco países menos corruptos del mundo. El Ministerio de educación confía en las escuelas y los padres confían en el sistema escolar. Esta enorme confianza que permea todo el sistema escolar permite que sus agentes actúen con libertad y se concentren en las formas individuales de aprender a aprender. O sea, aprender cómo se aprende.
En este sistema educativo se enfatiza la importancia de entender las razones que subyacen a las cosas, concentrarse, soñar, hablar, comprender, razonar; encontrar las respuestas por uno mismo. Las habilidades reflexivas tienen una alta importancia en este esquema. Como lecciones finales, Tony Wagner destaca el énfasis que ponen las escuelas en el aprendizaje por sobre cualquier otra actividad extracurricular. El proceso de aprendizaje se ve como algo continuo y cuyo centro es la sala de clases. Otra lección es la importancia que tiene la profesión docente con altísimos estándares que atraen a los mejores estudiantes a estudiar pedagogía, en la cual deben realizar su magister o master degree. Otra lección importante para Wagner es que menos es más. Pocas directrices de curriculum emanadas del Estado, de forma que las escuelas puedan elaborar sus propios planes; menos cantidad de clases por día con una duración mayor, de forma que los estudiantes hacen sus propios proyectos para los cuales gozan de más posibilidades de elegir. Asimismo la importancia que se le otorga a la educación técnica para preparar a los estudiantes para que consigan un empleo al terminar la educación secundaria es un aspecto clave. Y finalmente lo más importante: la confianza entrecruzada que permea a todos los actores del sistema educativo finlandés.
Un aspecto que se menciona pero del que no se hace mucho hincapié es que la educación finlandesa efectivamente es gratuita para los alumnos, es decir, se financia mediante los impuestos pagados por los contribuyentes finlandeses. Los niños no pagan por asistir a las escuelas y disponen de alimentación gratis y de los implementos para estudiar también gratis. Esto solo se menciona brevemente en un segmento del documental. Pero lo más interesante es que ni siquiera se sugiere que exista una relación causal entre la gratuidad para los alumnos y los altos estándares de calidad de las escuelas y de la educación finlandesa en general. Tampoco se hace ningún hincapié en que las escuelas sean gestionadas por los municipios y por ende sean de carácter público, ni mucho menos se sugiere siquiera remotamente una relación causal entre el carácter público de las escuelas y la calidad de la educación que se imparte en ellas. En lo absoluto. Si bien se puede pensar que hay alguna correlación entre la calidad y el carácter gratuito de la educación, cuesta mucho pensar que exista una relación de causalidad efectiva. Yo me atrevería a aventurar que NO EXISTE una relación causal entre la gratuidad y la calidad, y mucho menos una relación causal entre el carácter público y la calidad. La causa de la calidad está mucho más determinada por factores socioculturales como la confianza, el sentido de responsabilidad individual, y la alta exigencia de la profesión docente y los métodos con los que se aborda la enseñanza en las escuelas. El COMO se aprende pasa a ser más importante que aquello QUE se aprende.
Después de analizar este interesante documental, surgen varias interrogantes cuando se hace o se intenta hacer un paralelo con la educación chilena. Para comenzar, son dos sistemas absolutamente distintos, y lo que es más, Chile y Finlandia son dos países profundamente distintos a nivel cultural y en cuanto a su historia. Sin embargo, esto no impide que se pueda intentar recoger algunos aspectos clave del sistema finlandés a modo de ejemplo si realmente se quiere mejorar la educación en Chile. Desde el año 2011 el paupérrimo y hasta penoso pseudo “debate sobre la educación” en Chile ha discurrido por ejes que se centran en la gratuidad y el carácter de supuesto “derecho social” de la educación, y en cuestiones como el copago y el financiamiento compartido y los efectos de su posible eliminación. Y por último, esa especie de fetiche en que se ha transformado el satanizado lucro. Pero creo no equivocarme cuando observo que prácticamente JAMAS se ha debatido acerca de cuáles son los propósitos para los que supuestamente se pretende que los niños se eduquen, ni tampoco se ha debatido acerca de los mejores métodos de enseñanza posibles. Nadie habla acerca de los contenidos mínimos obligatorios exigidos por el Ministerio de Educación, y lo que es peor, nadie habla acerca de ni parece cuestionar que la mal llamada “educación” chilena no está concebida para enseñar a pensar a los niños, sino que está concebida para enseñar a los niños a obedecer y a ser dóciles y no cuestionar, tal como fue concebida en sus inicios la educación pública, obligatoria y gratuita en el Reino de Prusia, y luego se siguió expandiendo bajo esa misma premisa y objetivo a otros países y continentes hasta nuestros días, pasando por la época de la revolución industrial, en que las escuelas eran concebidas como verdaderas “fábricas” de sujetos cuyo objetivo predeterminado debía ser constituir mano de obra útil para la producción industrial. Todo este cuestionamiento puede verse con más detalle en el interesantísimo documental “La educación prohibida”.
Llegados a este punto entonces, conviene dejar planteadas algunas interrogantes para las cuales no parece haber una respuesta definitiva, sino que es materia de discusión abierta. Estas preguntas son: ¿Cuáles son los fines y propósitos para los cuales se desea que los niños en Chile se eduquen? ¿En qué y en quienes debiera centrarse y poner su foco la educación? ¿Es la gratuidad realmente un asunto de tanta importancia y de fondo, o es meramente un asunto técnico de financiamiento? ¿Es el lucro o su prohibición un asunto de tanta importancia y de fondo, o es meramente un derivado de segundo orden subordinado a otros intereses más importantes? ¿Debe realmente el Estado seguir teniendo tanta injerencia en los planes educativos de las escuelas, o sería mejor que fuera eliminando las exigencias de contenidos mínimos y así dejar mayor libertad de acción a las mismas para elaborar sus propios planes educativos? ¿Cuáles son los métodos de enseñanza y aprendizaje en los que se debiera pensar para una mejora significativa de la educación en Chile? ¿En quien recae en mayor grado la responsabilidad de una buena educación? ¿Es tan solo una responsabilidad de los profesores y de los escuelas o colegios, o es un trabajo conjunto entre los profesores, los alumnos y sus familias? ¿De qué sirve aumentar año a año el presupuesto fiscal para gasto en educación si los resultados observados prácticamente son los mismos? ¿Es esta realmente una forma eficiente de usar los recursos que aportamos al Estado como contribuyentes? Y finalmente, la que a mi juicio es la pregunta más importante ¿se puede pretender una mejora sustancial y significativa en la educación chilena sin que exista una confianza que permee entre los actores de la misma? ¿Sin que el Ministerio de educación deba estar continuamente fiscalizando a escuelas y colegios para que cumplan con la ley en cuanto a temas como la selección y el buen uso de las subvenciones, solo por nombrar algunos temas? ¿Sin que en las escuelas se esté continuamente inspeccionando a los profesores? ¿Sin que los profesores vigilen a sus alumnos para que hagan las actividades que ellos mismos les ordenan? Conviene recordar lo que una vez dijo Albert Einstein: si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.
Todas estas son preguntas que debiesen ser abordadas ya que plantean asuntos de vital importancia. Sin que exista un debate serio y de fondo respecto a temas como los anteriores, no creo que puedan esperarse mejoras significativas en la educación chilena, independiente del lucro, la segregación, el copago, o el financiamiento compartido. Todos esos temas pasan a segundo plano cuando se plantean preguntas para las que no existen respuestas tan obvias y sobre las que no parece haber un consenso mayoritario.
El sistema de educación finlandés tiene características muy particulares determinadas por factores socioculturales propios de ese país, por lo que es impensable pretender replicarlo. Sin embargo, esto no impide que se puedan extraer conclusiones acerca de su éxito que sirvan como guía u orientación para tratar de mejorar al menos un poco la educación chilena o avanzar en esa dirección paulatinamente. Las demandas de la CONFECH y de los grupos de interés como el Colegio de Profesores que vienen movilizándose desde el 2011, ni remotamente se acercan a tocar los puntos que realmente determinan la calidad de un sistema de educación como el finlandés. Apenas han enfatizado el carácter gratuito y público de dicho sistema educativo, como si de ahí pudiera inferirse antojadizamente una correlación entre gratuidad y calidad. Como ya dije anteriormente, simplemente creo que NO EXISTE una relación causal entre la gratuidad para los alumnos y el carácter público de las escuelas, con la calidad de la educación.
No cualquier ciudadano es experto en políticas educativas, pero eso de ninguna manera significa que un ciudadano cualquiera no pueda interesarse sobre dichas políticas y aprender e indagar por sí mismo, sin poner demasiada atención a lo que dicen los autodenominados “expertos en educación” chilenos, y por el contrario planteando y reflexionando acerca de preguntas como las que se sugieren tres párrafos atrás, y que pueden ser muchas más, ya que se puede seguir debatiendo más y más cuando se ahonda en estos temas porque no hay verdad dada de antemano. Y, a la primera pregunta planteada de cual es el propósito de la educación, una buena respuesta posible se obtiene parafraseando al gran filósofo alemán de la ilustración, Immanuel Kant: SAPERE AUDE. ¡Ten el valor de hacer uso de tu propia razón!

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